Diócesis de Astorga

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Día de la Caridad

18 - junio - 2017

En la fiesta del Corpus Christi, los cristianos adoramos la presencia real de Jesucristo muerto y resucitado por nuestra salvación bajo las especies sacramentales del pan y del vino consagrados. En este día acogemos la invitación de Cáritas a crecer como comunidad de hermanos y a participar en la Eucaristía, sacramento de comunión con Dios y con nuestros semejantes. De este modo, cuantos comemos de un mismo pan no sólo somos invitados a formar un solo cuerpo, sino a crecer en la espiritualidad de comunión que dé sentido y anime nuestro compromiso social en favor de los que sufren.

CARTA DEL SR.OBISPO CON MOTIVO DEL DÍA DE LA CARIDAD

EUCARISTÍA Y CARIDAD

Queridos diocesanos: Muchas parroquias de la Diócesis celebran desde tiempo inmemorial la Fiesta del Cuerpo y de la Sangre del Señor con la Eucaristía y la procesión del Santísimo por las calles del pueblo. El Señor sale del templo para bendecir a su pueblo con la paz y la justicia. Sólo los creyentes reconocerán que oculto en la Hostia está verdaderamente glorioso el Cuerpo resucitado de Nuestro Señor Jesucristo. Solamente los creyentes saben por la fe que comulgando el Cuerpo y Sangre de Cristo, el hombre encuentra la gracia y la fuerza para amar hasta el extremo como Él nos amó en la cruz.

La Fiesta del Corpus, instituida en el siglo XII, para resaltar la presencia de Cristo en la Eucaristía después de la celebración de la Misa, nos invita a reflexionar sobre las consecuencias que tiene para el cristiano participar en la Misa y comulgar el Cuerpo de Cristo. Los que no creen en Jesús o se han alejado de Él por diversas circunstancias, nos recuerdan constantemente a los cristianos comulgantes la obligación de ser coherentes con lo que hacemos y recibimos. Agradecemos esta crítica porque nos ayuda a no instalarnos en la incoherencia eucarística.

La primera consecuencia que tiene recibir a Cristo en la comunión es la unión íntima con Él que ha de traducirse en la vida del cristiano en un deseo ardiente de comulgar también con el prójimo, con el hermano, con el que padece cualquier necesidad. La segunda consecuencia es la de la unión con los hermanos en el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia. La tercera consecuencia es el fortalecimiento de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad en la vida de cada comulgante.

La unión a la fiesta del Corpus del día de la Caridad expresa de una manera visible esa conexión que existe entre la unión con Cristo y la unión con los hermanos. Es una jornada para tomar conciencia del amor infinito con el que Jesús nos sigue amando y su deseo de amar a todos los hombres sin excepción alguna. Él pide nuestra colaboración para que su amor llegue materialmente a las personas que lo buscan con sincero corazón y aquellos que no lo buscan conscientemente; pero desean ser amados y respetados en su dignidad de personas humanas. Jesús quiere que entre nosotros nadie pase necesidad. Este buen deseo con el que posiblemente coincidamos muchas personas de buena voluntad, es necesario materializarlo en acciones de amor concretas si no queremos que solamente se quede en un deseo.

Cáritas es la organización de la Iglesia católica, presidida en cada Diócesis por el obispo y dirigida por seglares, que organiza el amor fraterno para que entre nosotros nadie pase necesidad. No sólo entre los cristianos sino también entre todos los hombres. Benedicto XVI en la Encíclica Deus Cáritas est nos explicaba muy bien que el criterio para ejercer nuestro amor fraternal ha de ser el criterio que utiliza el buen samaritano de la parábola. “Según el modelo expuesto en la parábola del buen Samaritano -dice el Papa emérito- la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. Las organizaciones caritativas de la Iglesia, comenzando por Cáritas (diocesana, nacional, internacional), han de hacer lo posible para poner a disposición los medios necesarios y, sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñan estos cometidos” (DCE, 31).

El lema que Cáritas ha elegido para esta Jornada de la Caridad nos recuerda que somos “Llamados a ser comunidad” entendiendo por comunidad no sólo la comunidad cristiana sino también la casa común que es toda la Tierra que acoge a toda la humanidad. Frente al individualismo que impera en muchos ambientes del mundo, sobre todo del mundo occidental, es necesario que cada uno tome conciencia de pertenecer a una comunidad global con intereses comunes y responsabilidades compartidas. El sentido de fraternidad nos mueve a compartir, a trabajar juntos por causas nobles, a formar comunidad, a acoger y acompañar al extranjero, a quien se siente solo o descartado por el sistema económico. La Iglesia es la comunidad de los hijos de Dios que se sienten hermanos unos de otros y se abre a todos los hombres y a todos los pueblos de la tierra porque es una comunidad católica, esto es, universal.

Cualquier comunidad cristiana (parroquia, arciprestazgo, diócesis, instituto religioso etc.) que no tenga en cuenta el ejercicio y la organización de la caridad le falta algo substancial. Pues, nos dice el Papa Benedicto XVI “El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado” (DCE, 20).

Querido hermano: Te invito a que aproveches la ocasión de esta Fiesta de la Eucaristía y de la Caridad para ofrecerte a colaborar en la organización de Cáritas parroquial, arciprestal o diocesana. Te recibirán con los brazos abiertos los que ya están colaborando como voluntarios. Y, con mucha más alegría te recibirán los pobres y afligidos a quienes vas a llevar el amor liberador de Cristo hecho visible en tu amor fraterno.

Vuestro obispo. † Juan Antonio, obispo de Astorga

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