Diócesis de Astorga

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El obispo de Astorga participa en la apertura del Año Santo Lebaniego

23 - abril - 2017

El domingo 23 de abril el Sr.Obispo, Mons. Juan Antonio Menéndez, participará a partir de las 12:00 h en la apertura de la Puerta Santa y en la eucaristía que abre el programa jubilar en el monasterio de Santo Toribio de Liébana (Potes-Cantabria).

Con este solemne acto se dará por comenzado el Año Santo Lebaniego bajo el lema "Nuestra gloria, Señor, es tu cruz" que se prolongará hasta el próximo 22 de abril de 2018. 

Sobre Santo Toribio según Miguel Ángel González 

De Santo Toribio el Martirologio romano que oficializa la presencia de los santos en el culto católico resume así su biografía: “En Astorga, durante el reinado de los suevos, en Hispania, santo Toribio, obispo, que, por mandato del papa san León Magno, se enfrentó decididamente a la secta priscilianista que se difundía por Hispania”. Y eso es realmente lo fundamental e histórico a lo que añade la tradición su peregrinación y presencia en Tierra Santa de donde traería entre otras reliquias, un trozo importante de la Vera Cruz, que con sus propias reliquias sería trasladado a Liébana (Cantabria) para defenderlas de los invasores árabes, y las calumnias de Rogato de las que se defendió con un milagro de brasas encendidas en su roquete que no se quemó. Ambas tradiciones se hacen presentes en su iconografía. Aunque la más extendida sea representarlo sencillamente como Obispo con mitra báculo y capa pluvial. Es patrono de la Diócesis y con la Inmaculada, del Seminario, y por eso es abundantísima su representación y su veneración. En la Catedral están las imágenes artísticamente más valiosas: obra de Becerra la que estuvo en el retablo mayor y hoy en el Museo, de Terán la que preside el Trascoro, y la del Tablero de la Silla Episcopal del Coro, siglo XVI representado sedente presidiendo el Concilio contra los Priscilianistas. En la Capilla del Seminario la decimonónica talla catalana lo representa con las brasas en el roquete y un óleo de Benito Escarpizo en la Escalera sosteniendo el carbón en la mano, en el Obispado está hoy la talla pétrea muy curiosa, del siglo XVIII sometiendo bajo sus pies a Prisciliano.

Carta del Sr.Obispo sobre Santo Toribio

 Santo Toribio, nuestro santo patrono, está íntimamente ligado a la Cruz de Cristo. Según una venerable tradición, Toribio, antes de ser consagrado obispo de nuestra diócesis de Astorga peregrinó desde Galicia a Tierra Santa y a Roma de donde trajo el trozo más grande que se venera de la Cruz donde fue crucificado el Señor. Este Lignum crucis se muestra actualmente en el Monasterio de Liébana en Cantabria donde, precisamente este año se celebra un Año Santo por caer en domingo la fiesta de Santo Toribio. Los datos que tenemos sobre esta cuestión son confusos porque se mezcla la tradición con la leyenda. Pero sí podemos decir que Santo Toribio, siguiendo el consejo de Jesús en el evangelio “cargó con su cruz y lo siguió” hasta su muerte.

Dos fueron las cruces que soportó el santo obispo: la acusación de adulterio siendo inocente y la defensa de la fe católica frente a la herejía priscilianista. En ambos casos se mantuvo en pie gracias a la firmeza de su fe en la verdad católica y su sincera inocencia que pudo demostrar frente a las falsas acusaciones.

Acabamos de celebrar el Viernes Santo en el que hemos adorado la Cruz de Cristo nuestro Redentor. El sacerdote nos invitó a postrarnos ante ella con estas palabras: “Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo, venid adorarla”. Unidos en la fe que defendió Santo Toribio, nosotros confesamos que Cristo murió por nuestros pecados en la Cruz derramado su Sangre de una vez para siempre; pero cada vez que celebramos la Eucaristía se renueva y actualiza el único Sacrificio redentor de Cristo.

Contemplamos la cruz de Cristo desde la perspectiva de la Pascua porque el mismo que fue crucificado es el mismo que resucitó de entre los muertos. Por eso nuestras cruces las adornamos con ramos de laurel que es el signo de la victoria en nuestra cultura. Como dice el apóstol Pablo: “Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, en él está nuestra salvación, vida y resurrección, él nos ha salvado y liberado” (Ga 6, 14). Por esta razón, cuando meditamos los sufrimientos de Cristo en la Cruz a la luz de su gloriosa resurrección, nos sentimos consolados y llenos de esperanza porque nos damos cuenta que el amor vence al odio, que la muerte ha sido superada por la vida, que la verdad de los inocentes se impone a la mentira de los poderosos, que el sufrimiento y el dolor tienen sentido cuando lo unimos al sufrimiento y el dolor de Cristo crucificado y resucitado.

No temamos cargar sobre nosotros nuestra propia cruz y las cruces de otros si somos capaces de reconocer en nuestras cruces la Cruz salvadora de Cristo. ¡Cuántos enfermos cristianos asumen la cruz de la enfermedad con paz y serenidad unidos a Cristo sufriente del que son imagen! Algunas personas piensan que los enfermos, sobre todo si son terminales, o los fetos que vienen con alguna malformación o enfermedad congénita hay que eliminarnos por compasión. Los cristianos nunca podremos aceptar este planteamiento. La verdadera compasión no está en la muerte sino en la vida, aunque esta vida esté muy limitada y haya que ayudarla a vivir con cuidados paliativos. Porque allí donde hay vida hay esperanza y ocasión para amar y ser amado.

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