Diócesis de Astorga

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Jornada Pro Orantibus

11 - junio - 2017

En el Domingo de la Trinidad la Iglesia católica que peregrina en España celebra la Jornada Pro orantibus, para rezar por quienes se dedican a la vida íntegramente contemplativa y que tanto rezan por la Iglesia y por el mundo. Una jornada eclesial para manifestarles nuestra sincera gratitud por sus vidas entregadas a la alabanza trinitaria, la ofrenda permanente al Señor y el ejercicio activo de la caridad según la propia vocación.

Los objetivos de esta jornada son: 

1. Orar por los que entregan generosamente su vida a la oración diariamente: las personas consagradas en la vida contemplativa.

2. Expresar el reconocimiento, estima y gratitud por lo que estos hermanos y hermanas nuestras representan en la Iglesia y en nuestra sociedad, agradeciendo a Dios –dador de todo don– el rico patrimonio espiritual de los Institutos de vida enteramente contemplativa.

3. Dar a conocer la vocación específicamente contemplativa, tan actual y tan necesaria en la Iglesia y para el mundo, promoviendo iniciativas dirigidas a incentivar la vida de oración y la dimensión contemplativa en las Iglesias particulares, dando ocasión a los fieles –donde sea posible– de la participación en las celebraciones litúrgicas de algún monasterio, salvaguardando, en todo caso, las características propias de la clausura.

CARTA DEL OBISPO CON MOTIVO DE ESTA JORNADA

LA CLAUSURA

Mucha gente se pregunta hoy qué utilidad y sentido tiene el hecho de que unas personas se encierren entre cuatro paredes voluntariamente para dedicar el tiempo a rezar y a convivir en silencio. No puede extrañarnos esta duda en quienes tienen una mentalidad acomodada a la cultura y al pensamiento dominante de nuestro tiempo. En una sociedad que valora lo individual y personal por encima de lo comunitario, que cultiva más el cuerpo que el espíritu, que se centra más en el hombre que en Dios, que va a lo práctico y eficaz, a la obtención rápida de beneficios sobre todo económicos, despreciando la gratuidad y la entrega sin buscar nada a cambio; en esta sociedad, los Monasterios de clausura no se entienden, no tienen cabida.

Los más de ocho mil monjes y monjas que habitan en los Monasterios de nuestro país están en ellos porque han sentido en su interior una llamada del Señor para servirle y entregarse a Él en la oración, en la meditación de su Palabra y en el silencio del claustro. Estos hermanos respondieron con total libertad a la llamada y no son esclavos sino verdaderamente libres. Fruto de esa libertad interior y del amor que profesan a Dios y a los hermanos, los Monasterios son oasis de alegría, de belleza y de canto.

Los Claustros, tanto de varones como de mujeres, le recuerdan al hombre de hoy aquellos valores superiores del espíritu que lo hacen realmente humano. Recuerdan que “Sólo Dios basta porque a quien Dios tiene nada le falta” como decía santa Teresa. Por esta razón, los Monasterios atraen a las personas que están en búsqueda de lo trascendente aunque no sepan definirlo. En sus hospederías podemos encontrar gentes de todo tipo: los que buscan la paz, los que aman la liturgia cuidada y bien hecha, los que quieren encontrarse consigo mismo en el silencio interior o aquellos a quienes las circunstancias de la vida los ha roto por dentro y necesitan recomponerse. Curiosamente a las hospederías de los Monasterios acuden personas jóvenes atraídas por el misterio que envuelve la vida comunitaria de unas personas que se dedican a orar, trabajar y descansar.

Los Monasterios son como faros que alumbran el camino del hombre para que encuentre el verdadero camino que lo conduce al encuentro del verdadero rostro de Dios que es Amor, Belleza y Verdad. La Fiesta de la Santísima Trinidad es el día elegido por la Conferencia Episcopal Española como Jornada de solidaridad y comunión con los Monasterios, especialmente con aquellos que necesitan ayuda económica para rehabilitar y conservar sus antiguos caserones o sostener económicamente a la comunidad integrada en muchos casos por personas cada vez más mayores.

Acompañemos a los monjes y monjas de clausura con nuestro afecto y oración. En nuestra diócesis, gracias a Dios, aún tenemos la dicha de tener abiertos nueve Monasterios en los que nuestros hermanos y hermanas rezan día y noche por nosotros y por la salvación de todos los hombres. Ellos nos recuerdan que los bienes de este mundo debemos usarlos en tanto en cuanto nos sirven para obtener el bien último que es Dios mismo que nos espera con los brazos abiertos al final de nuestra vida.

Vuestro Obispo

Juan Antonio Menéndez

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